Cuando nace un niño a priori nadie sabe si es autista o no. Nadie sabe si en algún momento recibirá ese diagnóstico de autismo. Es un bebé, precioso, bonito, que necesita contención, amor y leche, como todos.
Sistemas sensoriales o perceptivos inmaduros
Todos los bebés nacen con los sistemas perceptivos o sensoriales inmaduros. En el primer mes de vida no ven más allá de las luces y las sombras de su alrededor, por ejemplo. Son todos enormemente indefensos. El desarrollo irá avanzando a medida que avancen los meses y confirmará o no ese posible diagnóstico de autismo.
Las dificultades que pueden existir en la lactancia son las mismas que puedan tener todas las madres. Habrá bebés más sensibles, que lloren más, o que no lloren en absoluto. Habrá de todo. También los habrá con mayores dificultades porque nazcan ya con algún otro tipo de discapacidad y ya desde buen principio requieran asesoramiento especializado.
Los peques con TEA no disponen de ninguna señal externa que haga posible el diagnóstico. Como asesoras de lactancia podemos tener el ojo puesto si vemos indicios de un desarrollo fuera de lo habitual. Como un bebé que no tenga sonrisa social a los dos meses, por ejemplo. Nada más, esperar, ver y observar y en todo caso, sugerir acudir al CDIAP o centro de atención temprana correspondiente si es que no lo hace nadie más.
El autismo y el vínculo de apego
Resulta curioso que digamos que las personas autistas tienen dificultades en la interacción social y cuando son bebés o niños pequeños se eche en cara a la madre que el niño está enmadrado, es decir, tiene un vínculo seguro con su madre.
Curiosamente, cuando un bebé llora porque su madre no está presente o se aleja, está demostrando un vínculo seguro.
Pero se recrimina a las madres constantemente por este hecho.
Creo que estamos todos de acuerdo en que se nace autista. ¿Si? El cerebro, esa estructura neuronal diversa, se empieza a formar en el embarazo. Así que teniendo en cuenta que «la evolución de la conducta materna humana se estima que tiene una duración de alrededor de 400 mil años» y seguimos teniendo tetas para amamantar, ¿podemos dejar a las madres y a los bebés que quieran amamantar en paz?. (Maldonado et al, 2008)
El autismo no aparece por arte de birlibirloque
Cuando una persona desarrolla algunos comportamientos autísticos con origen en otras cosas, como puede ser un trastorno del lenguaje, que comporta dificultades de interacción social, cuando mejora o avanza esos comportamiento autísticos desaparecen, ergo, no es autista.
Alguna vez se ha dicho la barbaridad de que estar demasiado «enganchado» a la tele, móviles, tablets, pantallas, en general, provoca autismo. Y esto es una gran mentira. Provoca síntomas, signos, comportamientos similares a los que tal vez pueda tener una persona autista. Esta afirmación solo demuestra una visión falsa y estereotipada del autismo. Y cuando se retiran y se inicia intervención terapéutica, los síntomas desaparecen. (Faros Sant Joan de Déu, 2018).
Así pues, es absurdo que alguien le sugiera a una madre que la lactancia materna no permite que su hijo avance en la terapia. La lactancia materna no tiene nada que ver. De hecho, forma parte del desarrollo habitual de los niños. Implica factores como la nutrición, del que ya se ha hablado largo y tendido aunque todavía hay quién dice que la leche es agua a partir del año. Y el desarrollo emocional. Aspecto que establecerá las bases (sin determinismos exagerados) de lo que serán posteriormente los vínculos afectivos con otras personas diferentes de la madre.
Los centros de atención temprana
Por definición, aquí en Cataluña por lo menos, acogen a niños y niñas en edades comprendidas entre los cero y los seis años. Coincide con la época de la lactancia y la época de la necesidad de figura de apego primaria, de contención emocional y de aprendizaje de las normas sociales, entre otras muchas cosas.
Tengan autismo o no, todos los niños se comportan de forma similar cuando toman lactancia materna. Incluso los bebés criados con biberón comparten ciertos comportamientos similares que vienen a manifestar las mismas necesidades de contención y apoyo. Un bebé con autismo, además muy probablemente, tendrá mayores necesidades de contención emocional. Dado que es pequeño y su forma de aprender es propia y única.
Todos los niños, tengan autismo o no, se merecen que los profesionales de la salud estén actualizados y potencien y promuevan (desde el respeto a las decisiones particulares de cada madre) la lactancia materna.
Así que, a la pregunta de qué es primero: el autismo o la lactancia, creo que ha quedado claro que se nace autista, y la lactancia viene justo después.
Otro argumento más para seguir afirmando que autismo y lactancia son compatibles y que la decisión de destetar es de la madre y de nadie más.
Referencias
- National Institute of Deafness and Other Communication Disorders (6 de marzo de 2017) El trastorno específico del lenguaje. Recuperado en: https://www.nidcd.nih.gov/es/espanol/el-trastorno-especifico-del-lenguaje
- Maldonado M, Lecannelier F, Lartigue T (2008) Aspectos evolutivos de la relación madre-bebé. Perinatol Reprod Hum 2008; 22 (1). Paginas: 15-25
- Faros Sant Joan de Déu (17 de julio de 2018) Niños sobreexpuestos a las pantallas: un riesgo que les puede generar adicción. Recuperado en: https://faros.hsjdbcn.org/es/articulo/ninos-sobreexpuestos-pantallas-riesgo-puede-generar-adiccion
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