Mirada inclusiva, mirada humilde, me atrevería a decir. La inclusión está en boca de todos, incluso en la de los impostores de la inclusión. Está «de moda» y parece que todo el mundo sea inclusivo o quiera serlo, pero es algo más que una palabra. Conlleva detrás todo un paradigma educativo, es más, un paradigma de vida. Una actitud y unos valores. ¿Realmente todo aquel que dice que es inclusivo, lo es? ¿Todos pensamos en lo mismo cuando hablamos de inclusión?
Un ejemplo real: la importancia del lenguaje
En verano del 2019 saltó a las noticias una escuela de sevilla en la que una familia acusaba a cuatro profesoras de trato vejatorio a su hija con autismo.
Aquí os dejo el enlace.
En su momento lo compartí en mis redes, como os podéis imaginar, solidarizándome con esta niña y su familia. Hubo una frase, en aquellas publicaciones, que especialmente me molestó:
Los hechos ocurrieron en el Centro de Educación Infantil y Primaria (CEIP) Cervantes de Dos Hermanas, donde la niña se encontraba escolarizada en un aula específica cuyos profesores cuentan con capacidades técnicas para este tipo de alumnos.
Diario de Sevilla, autor Fernando Pérez Ávila
Capacidades técnicas… impresionante… ¿y las humanas?
«Capacidades técnicas para este tipo de alumnos»
La frase es, por lo menos para mi, impactante.
«Este tipo de alumnos» son, obviamente, niños con un diagnóstico.
Y digo yo, ¿hacen falta «capacidades técnicas» concretas para tratar a una persona con respeto?
No.
Para maltratar y agredir lo único que hace falta es tener falta de empatía y falta de respeto por las personas. Ponerse uno por encima del otro, abusar de su posición, controlar a la persona maltratada, desempoderar y abusar en definitiva. Imponer tus deseos por encima de los del otro causando un daño.
Dejemos de presuponer que por tener estudios de no se qué automáticamente somos inclusivos y respetuosos.
Formación, si, siempre por supuesto. Para preparar un proyecto pedagógico para niños con autismo habrá que saber pedagogia y saber sobre autismo.
Pero es que esto es algo TRANSVERSAL.
El respeto a los derechos humanos es el respeto a la capacidad y la autonomia de las personas, a su valía como individuos y a las decisiones que tomen sobre su vida.
Todos los derechos tienen límites, el más básico de todos es el RESPETO, pero para saber eso no debería hacer falta tener estudios, ni tampoco recalcarlo en una noticia como si ese simple hecho eximiera de toda responsabilidad.
La mirada inclusiva y el respeto a los derechos humanos
Hablamos de la mirada inclusiva refiriéndonos al ámbito educativo sin ser conscientes de que esa mirada ha de ser, como decía, transversal. La inclusión es un paradigma a través del que deberíamos filtrar cualquier ámbito de la vida, más allá del educativo. Tanto es así, que deberíamos dejar de hablar de inclusión, para empezar a serlo.
Los derechos se recogen en leyes y tratados con la intención de que sean respetados. A veces su incumplimiento conlleva una sanción, otras se queda en papel mojado. Muchas son simplemente un decálogo de buenas intenciones.
En el caso de la Educación, desde mi punto de vista, en cierta manera, hablar de Educación Inclusiva es una muestra más de que, precisamente, no lo es.
Eso es lo que pasa cuando te encuentras con un IMPOSTOR O IMPOSTORA de la INCLUSIÓN, tanto en el ámbito educativo, como en cualquier otro ámbito de la vida:
- Esa persona que se llena la boca diciendo que es inclusiva. Una directora de escuela, por ejemplo, que no para de afirmar lo inclusiva que es la escuela, pero tu hijo se pasa la jornada fuera de la clase porque así el profesorado se organiza mejor.
- O esos campamentos de verano «inclusivos» a los que solo acuden niños con alguna discapacidad. Como esos otros en los que veladamente no encuentran plaza los niños con discapacidad.
- También esas familias que organizan fiestas de cumpleaños en las que invitan a toda la clase menos a uno.
- O aquella persona que se hincha de orgullo diciendo que respeta las decisiones de las mujeres al respecto de sus lactancias, pero no concibe que en su grupo de apoyo puedan haber madres que dan biberón.
- Y como no, la que te dice que es prolactancia pero te recomienda destetar porque así no se puede trabajar con tu hijo en la terapia
Si todas estas situaciones las vives con la vecina del quinto, pues mira, te duele más o menos, pero al final pasas de ella.
Pero cuando se trata de profesionales de la salud o de la educación, o familias con las que convives de forma habitual, ya hablamos de harina de otro costal.
La mirada inclusiva no es más que la mirada que se dirige al niño, o a la madre, o al padre,.. en definitiva, la mirada que pone en el centro a la persona (alumna, paciente, usuaria, familia de la escuela, etc)
Esa mirada inclusiva pone en el centro a las personas y les reconoce su autonomia.
La mirada discriminatoria pone en el centro a entidades, espacios, intereses económicos o intereses personales que no son los de la propia persona, desplazando y desempoderando a la persona.
¿Y cómo detectar impostores?
Un impostor de la inclusión es aquella persona cuyo discurso es aparentemente inclusivo y en realidad es una fachada contra la que chocamos una y otra vez.
Vamos allá: cómo detectar que una directora de colegio, un profesor, un pediatra, una asesora de lactancia, o una psicóloga son impostores de la inclusión y los derechos, es decir, su discurso es inclusivo, constantemente afirman que te respetan a ti o a tu hijo, pero es un discurso vacío.
- «Tranquila, que todo está bien», cuando te dan esta respuesta a tus preocupaciones y no te explican absolutamente nada, mal. No son transparentes, no muestran abiertamente lo que hacen y no es por privacidad. La opacidad es una muestra de que piensan que ni te importa ni estás capacitada o capacitado para opinar.
- «No te lo puedo dar por protección de datos«, es versión 2.0 de la anterior. Ésta suele llegar cuando empiezas a insistir en que quieres saber qué están haciendo con tu hijo o hija. A veces también se usa como excusa para no cargarse de trabajo. Puedo entender que las personas estén agobiadas por el exceso de trabajo, pero si te pido que me des una copia de lo que he firmado, lo de la lopd no cuela. A veces es un «no te lo puedo dar», otras un «no puedo llamar», o un «no puedo enviarle un mail».
- Tu opinión no importa. Que a ti no te parezca correcto lo que están haciendo ni les va ni les viene. Ni te escuchan y por regla general, aquel que no tiene mirada inclusiva, te va a desacreditar. Hará lo posible por dejarte en ridículo, a ti y a tu opinión. Por ejemplo: eres una madre histérica, ¿os suena verdad? Opinar, podemos todos, otra cosa es que nos basemos en premisas equivocadas. Que seas un profesional de algún campo, no te exime de fundamentar tu opinión en un estereotipo. Aquí nos podemos equivocar todos.
- Peor que lo anterior es que lo que tú quieres hacer no importa. Ante un plan de trabajo, terapia, programa pedagógico, etc lo que tú quieres y necesitas hacer importa y mucho. En cualquier situación, en un grupo de lactancia, por ejemplo: hay que preguntar a la madre qué es lo que quiere hacer. Es primordial, y si no sabe lo que quiere hacer, se le informa, se le dan recursos digitales, libros o personas a las que acudir buscando segundas opiniones. Se acompaña a la persona en su toma de decisiones sin imponer la tuya propia. Son sus preferencias porque al fin y al cabo, tanto para iniciar una relactación, como para quitarle los pañales a un hijo con autismo, quién se va a «comer el marrón» es esa familia. Habrá que valorar y respetar en cada caso las preferencias de cada familia, que ellos decidan, así de simple. Con el apoyo y el acompañamiento del profesional, con evidencia científica y perspectiva de derechos. El estilo de crianza, la forma de vida o las diferencias culturales son aspectos intrínsecos a cada familia en los que ningún profesional debería inmiscuirse.
- Tus necesidades no importan, solo las suyas. Yo te digo lo que quiero que hagas y me da igual que tú necesites hacer otra cosa, pero no solo eso, tampoco te voy a explicar como hacerlo. Esto es lo típico de «tienes que destetar a tu hijo porque así no hay quién trabaje con él en el despacho». Primero, ¿me has preguntado si quiero destetar? Segundo, ¿me vas a dar herramientas y alguna estrategia para hacerlo? Tercero, ¿en qué basas tu «petición», en tus necesidades o en las mías y las de mi hijo?
- El control es suyo. Están en todas las partes del proceso, en todas las reuniones, no delegan, no permiten que haya una voz discordante, no dan pie a la posibilidad de cambio de ningún párrafo de su hoja de ruta. Prácticamente, el niño o el bebé es suyo. Imponen su criterio a todos los demás, incluso compañeros suyos.
- Toman decisiones sin consultar. Se les olvida que tu hijo/a o tu bebé es tu responsabilidad y mientras son menores eres tú quién se encarga de acompañarles en su desarrollo. Aquí incluyo los biberones pirata en el hospital, cualquier tipo de procedimiento médico realizado en los bebés o niños sin consentimiento previo y por supuesto, cuando no dejan que entre en el centro un terapeuta de tu confianza, pero resulta que te enteras que no se quién ha estado observando a tu hijo a solas en un despacho sin tú saberlo.
- Son expertos y lo saben todo, tienen una respuesta para todo y saben de todo. Nunca les oirás decirte que esto no es su campo: saben de todo. Da igual de qué les hables, son expertos en todas las materias, desde la física cuántica, pasando por el macramé y las terapias del lenguaje.
- Se colocan en una posición de autoridad respecto de ti. Tú eres inferior, te desempoderan, te quitan tu autonomía. Siempre digo que no me gusta la palabra empoderamiento, aunque a veces sea necesaria, porque implica que hay alguien que previamente te ha quitado tu poder. Y eso es lo que hace una persona que no tiene una mirada inclusiva o respetuosa con el niño ni contigo. Te desempodera y en la mayoría de ocasiones hace uso de su posición en las instituciones o entidades para imponerse, abusando de forma clara de una autoridad mal entendida.
- Por último, la mejor manera de saber si estamos ante una persona inclusiva o respetuosa es comparando su discurso con los hechos. Se llenan la boca de inclusión y respeto, pero luego hay niños que no pueden acudir a todas las actividades, o inclusión si, pero fuera de la clase toda la jornada porque para qué vamos a pensar actividades para todos. Tampoco se toleran los debates sobre según qué aspectos, no hay voces discordantes. Las opiniones diferentes son automáticamente silenciadas, no hay espacios en los que discutir o comentar diferentes opiniones. Y no se visibiliza esa diversidad, es muy bonito hablar de diversidad, pero solo se les ve cuando hay que hacer foto para el aparador. No se trata con naturalidad la diferencia, se señala y se evidencia esa diferencia para recordar continuamente que somos inclusivos. Dejemos de hablar de inclusión y respeto y seamos inclusivos y respetuosos de verdad.
Dia Internacional de la Educación
El reto del cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) es «Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida para todos»
Haciendo uso de este pequeño altavoz que es mi blog, quiero hacer hincapié en la falta de recursos tan alarmante que existe en la educación ordinaria. Quiero poner el foco de atención en las excusas que continuamente surgen para justificar el abandono del sistema educativo. «No hay presupuesto», «la crisis económica», «el covid»,
No podemos perder la mirada inclusiva, no hay excusa que valga.
Cuidemos a todos: a profesionales de la educación (que tengan recursos para hacer bien su trabajo), a las familias (que puedan ser lo que son: familias y puedan dejar de preocuparse por el bienestar de sus hijos en el aula) y por todo el alumnado (diverso, como la realidad de las aulas)
Lo normal es lo diverso.
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