No es fácil ser niño o niña y menos aún ser niño o niña con discapacidad.
Para nosotras, las madres de peques con discapacidad, la vuelta al cole tiene matices controvertidos.
Probablemente te hayas pasado el verano de conflicto en conflicto, de rabieta en rabieta. Superando como puedes los altos y bajos emocionales de tus hijos.
Así que estás deseando que empiece el cole. Volver a tener ese ansiado paréntesis en la jornada en el que tu peque está al cuidado de otros.
Trabajes o no trabajes fuera de casa, trabajas en casa y no hay descanso para los cuidados.
Cuidados invisibles, postergados a lo privado y reservados en su gran mayoría a las mujeres.
Quieres que empiece el cole otra vez, pero tienes pánico al primer día de escuela. Miedo de volver a empezar con la incomprensión. Porque sabes que tu peque lo tiene más difícil. Seguramente tiene problemas de comunicación, tal vez de control de los impulsos, sabes que le cuesta hablar,…
Autismo, TDAH, TEL, una enfermedad rara, lo que sea. Puede que aún lleve pañal, puede que necesite un mordedor.
Tal vez están intentando que te vayas a otra escuela. Y estás sola. Els resto de madres de la clase no sabe ni se entera ni quiere saber.
Puede que haya alguna con la que puedas entenderte un poco, pero el resto vive en su mundo de cristal opaco. No te ven y tú estás fuera.
Estás luchando contra un sistema que expulsa a tu hijo a un camino paralelo, el de la exclusión. Un sistema que expulsa a tu hijo y te menosprecia y diluye en tu papel de madre.
Trabajas duro, vas a cursos, charlas, lees y lees y lees. Aprendes. De todo un poco: algo de psicología, un poco de pedagogía, de leyes. No sabes ni cómo y te ves leyendo el DSMV y la normativa de educación de tu comunidad autónoma.
Te lo sabes de memoria. Lo has leído tantas veces que te lo sabes de memoria.
Pero no te entienden. Pides apoyos, pictogramas, pides recursos, y te dicen que tú hijo no lo necesita o que hay otros que están peor que él y lo necesitan más. O que no podemos dárselo a todos porque si no, todos lo van a pedir y no puede ser. O te sueltan aquello de qué van a pensar si se lo damos al tuyo y al de al lado no.
Incluso puede ser peor, apelan a tu sentimiento de culpa para manipularte y que no sigas pidiendo. Sentimiento que a estas alturas toda la organización social y laboral en la que vivimos se ha encargado de multiplicar.
Eres madre histérica. A mucha honra. Te quejas, reclamas, buscas, preguntas, cuestionas y te ganas el apelativo. En los pasillos lo oyes a tus espaldas, lo sabes, saben que lo sabes, pero tenemos que guardar todos la compostura.
Al final te apropias el insulto y lo llevas con orgullo.
Eres madre histérica, madre de un peque con discapacidad, así que estás deseando que empiece el colegio pero a la vez tienes pánico de volver otra vez a la lucha.
En el fondo sabes que esto no se acaba nunca.
Algún año te has topado con una gran profesional, que te ha apoyado y ha mirado a tu hijo más allá de la discapacidad. Digo una porque no nos engañemos, la mayoría son mujeres.
La educación es otra de aquellas tareas femeninas que aunque se han profesionalizado, siguen siendo reservadas a las mujeres. Así que sí, hay grandes profesionales, pero cuando te encuentras con una, sabes que ha sido suerte. Y no debería ser cuestión de suerte.
En realidad, a ti te da igual que empiece el colegio o que no empiece, lo que quieres es poder levantarte un día por la mañana y dejar de reclamar cosas que para los demás niños son evidentes, pero que para tu hijo nadie da por sentado.
Lo que quieres no es que empiece o no el colegio, que te escuche o no la profesional que te toque ese año, lo que quieres es que desaparezca de tu vocabulario la palabra DISCRIMINACIÓN.
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