Ayer me contactó una periodista de la sexta para hacer una entrevista. Estaban buscando familiares de niños con necesidades educativas especiales que estuvieran en las diferentes modalidades de escolarización para aportar varios puntos de vista. Y este mediodía nos han grabado.
Solo por la experiencia de ser entrevistada y responder a las preguntas ya ha valido la pena. Mis hijos estaban encantados de pensar que iban a salir en la tele. El reportaje en cuestión saldrá en los espacios informativos de mediodía y noche de mañana.
He conseguido mantener la compostura y no dejarme llevar por el manojo de nervios que tenía en el estómago y creo que, más o menos, he conseguido decir lo que quería decir y no al revés, pero, en fin, más o menos.
35.000 alumnos
Lo que ha motivado hacer este reportaje es claramente la noticia del gobierno de mover a los alumnos de los centros de educación especial a los ordinarios. Aunque para mi está claro que éste es un tema caliente y va más allá del debate centros de educación especial sí o no.
El anuncio del gobierno de la recolocación de 35.000 alumnos con discapacidad desde los centros de educación de especial hacia los ordinarios DA MIEDO, da mucho miedo. Nos da miedo porque no nos fiamos de las instituciones, así de claro. Nos han machacado, vapuleado y maltratado y por ello este anuncio, así, de buenas a primeras, causa mucho rechazo. Sabe más el diablo por viejo que por diablo.
He intentado transmitir mi opinión al respecto de todo este tema durante la entrevista, cosa que no es fácil cuando te apuntan con un micrófono.
Sistema educativo
Educación Inclusiva o segregada no es una opción, la educación inclusiva es un derecho fundamental de nuestros hijos con discapacidad. Exactamente igual que lo es el derecho a la vivienda, al trabajo, a la salud, al ocio, etc. Exactamente igual que cualquier otro ciudadano. Son personas, que parece que se nos olvida, y tienen derecho a tener las mismas oportunidades que los demás, bajo criterios de equidad y de igualdad formal, como todos. Es el derecho a una educación inclusiva para todos: alumnos con y sin discapacidad.
El modelo educativo es un modelo médico, basado en criterios capacitistas, que ponen barreras donde a veces no las hay. Guiadas por el diagnóstico y enmarcadas en unas expectativas que no suelen ser las de los padres y mucho menos del alumnado. El “hasta donde puede llegar” es de cada persona, el diagnóstico no es una previsión de futuro, no tenemos derecho a decirle a nadie: no vas a llegar, no tienes capacidad.
La educación, como servicio público fundamental en una sociedad respetuosa con los derechos humanos, debe transitar del modelo médico hacia el modelo social y comunitario.
Un modelo que se apoye en las necesidades reales de los alumnos, en los apoyos, bajo criterios pedagógicos y de aprendizaje con una mirada inclusiva y respetuosa. Un modelo que se abra a la sociedad, que comparta espacios y respete las necesidades de todos (si esa necesidad pasa por estar en una clase en pequeño grupo, también).
Cierto es que habrá alumnos con grandes discapacidades que no podrán estar en una escuela ordinaria tal y como está contemplada hoy. En modelos educativos como el portugués un porcentaje reducido de alumnos continua en los centros de educación especial.
Bajar ratios, ampliar profesionales de todas las áreas, son algunas cosas que solo se pueden hacer con dinero. Y así, quizá el sistema educativo sea más amigable y respetuoso con las necesidades de muchos más alumnos.
Así tal vez, no se nos cerrarían las puertas al llegar a la ESO, porque sin un título adaptado difícilmente se les va a permitir acceder con apoyos a la universidad.
El límite lo pone cada alumno, que no lo ponga el sistema educativo.
Sistema de salud
Mi crítica va más allá, va también va dirigida a un sistema de salud que no cubre ni de lejos las necesidades reales de la población. Las terapias públicas, excepto honrosas excepciones, son escasas y de mala calidad.
Las familias pagamos de nuestro bolsillo las deficiencias del sistema de salud y del sistema educativo.
Los EAP, equipos de orientación pedagógica, son escasos y las más de las veces repiten esa mirada excluyente y discapacitante hacia nuestros hijos. (Equipos basados como no, en el modelo médico). La mirada, esa mirada discriminatoria y a veces lastimera, no es fácil de cambiar. Es un pez que se muerde la cola: la sociedad discrimina, ergo el sistema educativo lo hace.
Cambiemos el sistema educativo para cambiar la sociedad.
Y la transformación del sistema educativo no pasa por eliminar los centros de educación especial, ni por transformarlos, ni nada de eso.
La transformación del sistema educativo pasa porque de una vez por todas se sienten a hablar en una misma mesa familias, profesionales y alumnos. En un proceso que no puede ser corto y debe ser extenso, que incluya a los que abogan por la especial, a los que no y de forma cuidada y respetuosa avanzar hacia una educación inclusiva pública, de calidad y con recursos para todos.
No se puede cambiar a 35.000 alumnos de un día para otro, ni pueden ni lo van a hacer. Desde mi punto de vista es algo más simbólico que real, que da respuesta al informe del comité por los derechos de las personas con discapacidad.
Si os fijáis he incluido a los alumnos en ese supuesto pacto de estado a largo plazo. No, los alumnos no son solo bebés y niños, los alumnos crecen, van a secundaria y, por qué no, a la universidad. Ellos, las personas con discapacidad en primera persona son las primeras a las que se les tendría que preguntar y no veo por ningún lado su participación. El sistema educativo no es solo la primaria, ampliemos la mirada.
Guerra entre familias
Y, insisto, no centremos el debate en: centros de educación especial, si o no, porque ese debate solo consigue dividirnos y olvidarnos de cuales son nuestros objetivos principales más allá de la situación concreta de nuestros hijos.
Este tipo de supuestas “guerras” ya las he vivido en el mundo de la lactancia: “la guerra de las madres: teta o biberón”. No, no señores, no es una guerra, son derechos: derecho a la información veraz y contrastada, derecho a la salud, derecho a la autonomía etc. Las familias y las personas con discapacidad tienen voz y voto. Los profesionales tienen voz y voto.
Así que siendo que el derecho a la educación inclusiva es un derecho fundamental, veamos como llevarlo a cabo cuidando a las personas que forman parte del sistema educativo. Con RECURSOS, consultando a los implicados, teniendo en cuenta las decisiones y la opinión de todos.
Cambiemos todos la mirada
Los procesos de cambio son difíciles de digerir, a ninguno nos resulta fácil. Precisamente eso que según quienes le echan en cara a las personas autistas, eso de que son rígidos y no aceptan los cambios, pues apliquémonoslo para hacer valer el derecho de nuestros hijos a una educación inclusiva. Cambiemos entre todos la mirada.
Los primeros que tienen que hacerlo: las instituciones públicas.
A los gobiernos de turno les va a hacer falta mucho más que declaraciones de buenas intenciones para que nos pongamos de su lado.
Nosotros hace tiempo que hacemos nuestros deberes, empiecen señores políticos a hacer los suyos.
Educación, sanidad y servicios sociales públicos, de calidad y con recursos.
Pongamos a las personas en el centro.
En la diversidad cabemos todos.
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