Las mujeres somos las que mayoritariamente nos encargamos de las tareas de cuidado.
Eso en un mundo en el que la mujer, además, sigue siendo trabajadora de segunda: peores salarios, menos presencia femenina en puestos de responsabilidad, acoso sexual en el trabajo,…es caldo de cultivo para que el mercado de trabajo nos acabe expulsando.
Porque el mismo sistema nos echa. Conviene, claro que conviene.
Sin salario, ni categoría profesional, ni formación ni NADA de NADA.
Por supuesto, ni vacaciones, ni permisos, ni NADA de NADA.
Pero haciendo una gran labor de crianza y educación.
Sólo se espera de nosotras que cuidemos porque es lo que nos toca y si nos equivocamos, se nos cuestiona, si no tenemos recursos, se nos critica, si fallamos, se nos culpa.
A todas las mujeres que tenemos hijos o una persona dependiente a la que cuidar.
La cuestión es que los cuidados y las personas están a la cola de las prioridades de nuestros queridísimos políticos, me da igual del color que sean, todos buscan la foto.
El día que tienes hijos te dan el carnet de cuidadora, seguido del abono para toda la vida al club de la culpa y al de la duda.
El problema de fondo está en la falta de reconocimiento de nuestra profesión, porque lo es y si no lo tenéis claro, pensad lo siguiente.
Cuando trabajábamos los dos una mujer se encargaba de nuestros hijos y una mujer venía a hacer la limpieza de casa.
Ambas cobraban su salario.
EL RECONOCIMIENTO EMPIEZA A LLEGAR
La limpieza y los cuidados fuera del hogar se profesionalizan: educadoras infantiles, empresas de la limpieza, trabajadoras familiares, etc.
Eso si, ¿os habéis dado cuenta de que mayoritariamente son profesiones ejercidas por mujeres?
Nuestra labor es importante y que la realicemos en silencio es solo una muestra del machismo imperante en nuestra sociedad.
Por fin, tras el Real Decreto-ley 6/2019, de 1 de marzo, de medidas urgentes para garantizar la igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres, las cuidadoras no profesionales podrán empezar a cotizar.
Podrán pedirlo en caso de estar recibiendo las ayudas a la dependencia.
La única pega que veo es que las ayudas a la dependencia tardan y cuesta que las den.
Hablo por supuesto de niños con autismo, discapacidad todavía demasiado invisible y la que tengo en casa.
LOS CUIDADOS
LOS CUIDADOS nos los regalan el día que llegamos a este mundo, para que vayamos practicando para el dia que tengamos hijos.
Viene también de regalo la carga mental y la contención emocional.
Perdón, y la culpa. Que se me olvidada. Esa te la dan dos veces, al nacer y cuando tienes tu primer hijo.
No te das ni cuenta y de forma inconsciente te encargas de organizar la boda, las salidas en pareja, los cumpleaños,…
Y te quedas embarazada… y sigues…
Como te lo han estado grabando en el cerebelo desde el minuto 0 pues ni te planteas que a lo mejor las cosas no tienen que ser asi.
Te «ayudan» en casa… y tú sigues adelante…
Para cuando te quieres dar cuenta ya tienes una reducción de jornada: por la mañana trabajas en la oficina y por la tarde cuidas de los niños.
Cuidar de los niños tiene ese cierto aire idílico que parece que estés de relax con ellos rodeados de nubes de azúcar.
Nada más lejos de la realidad. Lo sabéis bien, ¿verdad?
LA CARGA MENTAL
Extraescolares, citas médicas, cumpleaños, comprar el disfraz, acordarte de llevar la caja de zapatos cuando toca y mil cosas más.
Si tienes un hijo con discapacidad, multiplícalo por cuatro: visitas a especialistas, terapias, cursos para ti, libros para ti, no seas terapeuta pero aprende a hacer soportes visuales, reuniones y un largo etcétera.
El sistema escolar no ayuda
El sistema de salud no ayuda.
LA BURROCRACIA no ayuda.
Nos empapelan literalmente a los padres que tenemos un hijo con discapacidad.
Una amiga mía me dice que parezco la trabajadora social de mi hijo y tiene razón.
¿Os acordáis de la carterita aquella tan mona que llevábais en el bolso del carrito de vuestro bebé con la cartilla azul y el libro de familia?
Pues yo me tengo que llevar un carpesano entero.
CONTENCIÓN EMOCIONAL
Y cómo no: la contención emocional.
Se habla mucho de la carga mental pero poco, muy poco, de la contención emocional.
Las madres somos abrevaderos para que nuestros hijos sacien su sed de cariño, energía, amor y felicidad.
Y también cubos de la basura en los que abocar los enfados, las rabietas, los miedos y las explosiones de alegría. Si, esa que les da cuando llega la hora de dormir y se ponen a jugar como si no hubieran tenido toda la tarde.
Es una tarea muy importante. Forma parte de nuestra labor como educadoras. Tenemos que acompañar a nuestros hijos en la adquisición de herramientas para la gestión de sus emociones.
Nadie nos lo reconoce. Entre nosotras tal vez, pero lo que escuchamos por ahi básicamente es un.
«Déjalo llorar que te manipula».
«No lo cojas en brazos que se acostumbra.»
«Si le haces caso va a hacer siempre lo que le dé la gana.»
Ignorancia popular
Hacemos un trabajo de contención emocional y por tanto de gestión de las emociones m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-o.
Sin reconocimiento por parte de nadie, pero maravilloso.
Leemos, nos informamos, buscamos una tribu que nos ayude y cometemos errores, vaya que si, pero es que estamos aprendiendo.
Tal vez ayudaría que el psicólogo del CDIAP en lugar de decirnos «sácale la teta que está interfiriendo en la terapia», nos ayudara un poquito en nuestros problemas diarios: como por ejemplo, vestirlos por la mañana.
Así que educamos a nuestros hijos, les acompañamos en sus frustraciones, les ayudamos a resolver los conflictos y vamos depositando en nuestro vaso de la ansiedad todas sus emociones.
NUESTRA ANSIEDAD
Nuestro vaso de la ansiedad se llena a base de frustraciones, las propias y las de nuestros hijos.
Nos pasamos el día siendo sus trabajadoras sociales y chóferes y conteniendo sus emociones que caen de sus vasos de la ansiedad para ir a para al nuestro.
Y allí estamos. Con nuestro vaso de la ansiedad hasta arriba de emociones propias y ajenas.
Una madre contiene a sus hijos, pero ¿quién contiene a la madre que contiene?
¡Estamos solas!
Si cuidamos de forma exclusiva, el resto del mundo está trabajando.
Si trabajamos, vamos de un lado a otro sin tiempo de pensar ni de descansar.
Lo más habitual es que adecuemos nuestra jornada laboral al horario escolar en la medida de lo posible.
Así que llegamos de trabajar y a seguir trabajando: terapias, extraescolares, tareas escolares, planear la semana, anticipar, arreglar ese apoyo visual que se está borrando, pensar una estrategia nueva para conseguir que no sea un drama bajar del coche y suma y sigue.
NO ES EL AUTISMO, NO ES LA LACTANCIA, ES LA FALTA DE APOYO.
Muchas madres acabamos en terapia psicológica o en el psiquiatra, con ansiolíticos, pastillas para dormir y cosas por el estilo.
No hablemos sólo de carga mental, hablemos también de contención emocional, de nuestros hijos y la nuestra.
Tenemos un déficit muy grande de redes sociales de apoyo, de las de carne y hueso.
Los grupos de wapp y los grupos de facebook vienen a suplir esa falta de brazos, pero sigue sin haber contacto personal.
Las asociaciones, los grupos de ayuda mutua, llegan hasta donde pueden pero no hay en todas las poblaciones.
LA CARGA MENTAL MÁS DURA DE TODAS
No necesito tomarme un café contigo, que también, lo que necesito es que alguien me ayude a poner orden y convivencia en mi casa, que alguien me ayude a superar el impacto del diagnóstico y que no me pongan palos en las ruedas desde la escuela, el Cdiap, el Csmij, etc…
Mi vaso de la ansiedad a menudo se desborda y tengo rabietas, igual que mis hijos.
Pero las miradas, los comentarios y las críticas no me afectan como al principio.
Los niños van creciendo y ya no soy esa madre novata con inseguridades y miedos que dudaba de todo.
Ahora ya, nunca me enfado, porque… para qué… Si una cosa me ha enseñado mi hijo es a reconocer que no puedo con todo y valorar el momento.
Aceptar que, como dice la abuela de #superpapi, la vida es lucha, ha sido lo más difícil.
#PequeñoThor está ahora en un buen momento. Sé que tengo que disfrutarlo ahora porque el año que viene empezaremos la búsqueda de instituto. Cada vez será más un adolescente y sé de sobras que el sistema no nos lo va a poner fácil.
Mi carga mental no es solo recordar las citas médicas y los cumpleaños de los amigos.
Mi carga mental también es pensar qué será de mi hijo cuando yo no esté.
Y esa es una mochila difícil de acomodar.
Es la carga mental más dura de todas.
Aqui el link al blog de 5 sentidos y medio donde encontraréis lo que tenéis que hacer para cotizar como cuidadoras.
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