A finales de agosto falleció nuestra cobaya Alex. En casa hemos vivido todos un proceso de duelo. Alex ya no está con nosotros y ya nunca más podremos cogerlo ni abrazarlo.
Parece mentira como un ser tan pequeñito puede dejar tanta huella. Le llamábamos el basurilla. Siempre estaba dando vueltas por la cocina buscando restos de comida que se nos pudieran haber caído. Trocitos de pan, restos de pasta cocida,… cosas que en realidad no debía comer. Era Alex, era nuestro basurilla. Aunque barriéramos la cocina mil veces, él siempre encontraba algo.
Probablemente esto fue lo que se nos llevó a nuestro Alex. Las cobayas suelen vivir entre 4 y 8 años, él tenía unos cinco. En realidad, no podemos saber en realidad qué sucedió exactamente. Sólo sabemos que enfermó, estuvo tres días sin apenas comer, lo llevamos al veterinario y tenía su sistema digestivo muy parado. Hicimos todo lo que pudimos por él.
En sus últimas horas mi #PequeñoThor y yo estuvimos turnándonos toda la noche para estar con él. No sufrió, le dimos analgésicos recetados por su veterinario para que estuviera cómodo. Queremos pensar que Alex sin dolor, que la vida se marchó de su cuerpecito sin más.
Mi hijo ya sabe lo que es perder una mascota. Cuando murió despertamos a mi hija para que pudiera despedirse. Mi #PequeñoThor me preguntaba qué podía hacer para ayudar a su hermana. En ese momento, ella nos pidió quedarse sola con Alex.
Mi #PrincessLeia es la que peor lo ha pasado. Era SU cobaya. Estaban siempre juntos, eran uña y carne. Alex era una cobaya agradecida y parlanchina. Era de los que están siempre haciendo ruiditos. Siempre pidiendo comida, como si no tuviera suficiente. Era un glotón, como la mayoría de las cobayas, pero es que él se hacía notar. Se subía a tus zapatillas para pedirte, se ponía a dos patas, te llamaba. Y cuando cedías y le dabas un granito de uva o un trocito de manzana, se convertía en un pompón. Mi niña le llamaba «fluffy».
Ahora ya, por fin, podemos recordarlo con una sonrisa, sin lágrimas y con mucho amor. En casa hemos preparado varios rituales de despedida: hemos comprado un cactus pequeñito y velas de colores. Mi hija ha preparado un collage con fotos de su querida cobaya y tenemos marcos de fotos preparados para colgar en la pared.
Pero sobre todo, en casa estas semanas han habido muchos abrazos, muchos besos, muchos silencios y mucha calma. Tiempo y espacio para que #PrincessLeia procesara y aceptara la pérdida de Alex, su querida cobaya.
Puede que sólo sea una mascota, habrá quién piense que no es para tanto, que para qué hacer todo esto por una cobaya. La pérdida de una mascota, desde nuestro punto de vista en casa, es un aprendizaje valiosísimo para nuestros hijos. Porque les prepara para las pérdidas de seres queridos que todos tendremos. Dar espacio a los sentimientos y tiempo para aceptar una pérdida, por pequeña que nos parezca a nuestros ojos adultos, es un aprendizaje que les va a servir toda la vida.
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