Carta abierta a la escuela (2)

La primera vez que publiqué una carta abierta a la escuela fue cuando cambiamos por segunda vez de colegio. En realidad, cada vez que hemos cambiado de escuela me he despedido de ella con una carta.

La primera que escribí, en el primer centro del que tuvimos que salir huyendo, la entré por registro, pero no la publiqué en ningún sitio. Entonces no tenía blog, ni proyectos, ni esperanzas de nada más que no fuera sobrevivir. Ha sido una de las etapas más duras de mi vida. Los primeros años sin diagnóstico, sin apoyos, solos.

La segunda carta que escribí, en la segunda escuela, de la que tuvimos que salir para conseguir los recursos y los apoyos que mi hijo necesitaba, la publiqué en el blog sin nombres y apellidos. Con tristeza, pero con distancia. Entregué una más ampliada a cada una de las personas implicadas. Ya no era la misma persona que sacó a su hijo desesperada de la primera escuela. Ahora era la «madre histérica», como nos llaman algunos «profesionales» de la educación, que reclamaba por todo y no se callaba ni una. Con las ideas claras y el convencimiento de conocer los derechos de mi hijo y defenderlos.

Y hoy, escribo esta carta, dos meses después de habernos marchado de la escuela, de la que nos vamos porque nuestro hijo cambia de ciclo. Pasamos a secundaria. Con mucha pena, tristeza y cansancio, después de meses de confinamiento y aislamiento social.

Un paso a secundaria marcado por la pandemia

Acabamos primaria en medio de una pandemia y empezamos secundaria en medio de una pandemia.

Esta carta abierta a la escuela viene marcada por la tristeza de ver que mi hijo se ha perdido uno de los momentos más especiales de la escuela, el gran final: dejar primaria para empezar en el instituto.

Recuerdo ese momento, hace ya muchos años atrás, con mucha ilusión. Entonces lo que había era la EGB y el BUP o la FP. Yo escogí BUP y años más tarde estudié Derecho. Recuerdo el viaje de fin de curso, la fiesta de despedida y el inicio de una nueva etapa en la que ampliar amistades y vivir experiencias nuevas con nostalgia.

Mi hijo se ha perdido todo eso, el mío y todos los alumnos que pasaban a secundaria. Todos los que han cambiado de ciclo, de infantil a primaria, de primaria a secundaria, etc.

Me duele por lo que supone, por esa pérdida, una de las muchas cosas que nos ha robado el coronavirus. Pero me duele más por la pena de no poder despedirnos como me hubiera gustado de la escuela que nos ha demostrado que SE PUEDE, por una vez que nos vamos sin reproches…

Estas líneas van dedicadas a la escuela de primaria que acogió a mi hijo con dignidad y respeto en los dos últimos años de ciclo de primaria.

Sí, se puede ser inclusivo

Se puede tratar con respeto, con dignidad y más allá de un diagnóstico.

Se pueden dar los recursos y apoyos necesarios para que un alumno con autismo pueda estar en clase con todos sus compañeros, como uno más.

Las actividades en el aula y el trabajo cooperativo se pueden adaptar para que un niño autista pueda participar y sentirse uno más.

Se puede reconocer y valorar las habilidades y aptitudes que tiene un alumno con autismo, aunque su nivel «académico» vaya tres cursos por «detrás» de sus compañeros, que dirían algunos.

Hay vida más allá de las materias, los temas y las notas. Mucha vida. Educar para la vida, respetar las necesidades de los alumnos y tratarlos con dignidad. Mostrar que antes que sacar un notable en matemáticas hay que vivir con personas de todo tipo, convivir y compartir.

Una madre más, un niño más.

Habéis conseguido que por primera vez, pueda ser una madre más de la escuela. No he tenido que preocuparme de hacer oir la voz de mi hijo. En estos dos años en los que hemos compartido la educación de #PequeñoThor, habéis escuchado y atendido. Habéis dado sin que fuera necesario reclamar nada.

Algo tan básico como crear un ambiente tranquilo y seguro para que un niño autista con hipersensibilidad auditiva sea capaz de sostener el esfuerzo de una jornada escolar completa.

Respetasteis en todo momento su necesidad de dar vueltas y hablar solo en el patio. Siempre un paso atrás, ofreciendo alternativas para que jugara, pero respetando su necesidad de movimiento para recuperar energías.

En ningún momento recibí mensajes de que nadie se riera de él, se burlara o lo atacara sin recibir contención y apoyo ambas partes de la situación. Estuvisteis presentes para prevenir el bullying y las agresiones en la escuela. Una lacra de la que tuvimos que salir huyendo de la anterior escuela.

Le pusisteis un ordenador para que poco a poco superara su aversión a coger el lápiz, provocada por años de profesionales de la educación estúpidamente empeñados en que pasara por el aro de «ser como los demás». «Que no se le note el autismo», me han llegado a decir. Vosotros fuisteis tanteando su ansiedad y su miedo, y recuperasteis el lápiz. Ahora escribe sin miedo, sin pesar y con naturalidad.

Lenguaje inclusivo

En las reuniones de la escuela el lenguaje era cuidadoso. No sentí que mi hijo fuera especial o diferente. En ningún momento se hablaba de discapacidad con ese tono excluyente y discriminador que usan los impostores de la inclusión.

En vuestro lenguaje cotidiano, incorporáis a todos los niños y niñas, con diagnóstico o sin diagnóstico. Habláis de atención a la diversidad, no de educación especial. No hay aulas de educación especial, pero quienes necesitan más espacio y más silencio, lo tienen.

Es una realidad que hay niños que por sus circunstancias no pueden estar en una clase de 25. Algunos, unos pocos. No sentí que esos niños fueran señalados ni excluidos de ninguna manera. Me hubiera gustado poder hablar con alguna madre o padre de esos niños, para saber como se sentían al respecto.

En ningún momento transmitisteis la idea de que había niños que no llegaban o no podían. Necesidades diferentes, niños y solo niños. Sin poner el diagnóstico por delante. Sin etiquetas. Se atienden a todos ellos, cada uno en su diversidad, sin distinciones ni clasificaciones.

Aunque no pongo en duda que en el papeleo burocrático que os obligan a cumplimentar, si que poníais las etiquetas, necesarias para las estadísticas, las planificaciones, pero para nada necesarias para el día a día con las familias o el alumnado.

La despedida de mi hijo

Todos los niños hicieron un video cortito de despedida para su tutora. Se le envió como pudimos dado que no podíamos pisar la escuela por el dichoso coronavirus.

No pude despedirme de ella en persona.

No tengo palabras para agradecer a su tutora todo lo que ha hecho por mi hijo. En realidad, no tendría que estar agradeciendo que mi hijo haya sido uno más en su clase. En realidad, es su derecho y su tutora sencillamente ha hecho lo que tenía que hacer y muy bien hecho. Lo que deberían hacer todos los profesionales de la educación.

Pero la realidad, es que hemos sufrido mucho en el entorno escolar. Mi hijo directamente y en primera persona. Y nosotros detrás, batallando desde la distancia.

Así que para mi no tiene precio que mi hijo en el vídeo le diga a su tutora, con su media lengua y su forma de hablar peculiar, que le da las gracias porque en pocas palabras es la mejor tutora y la mejor escuela en la que ha estado.

Le da las gracias por dejarle tan buenas memorias, como dice él, para refererirse a los recuerdos.

Y yo reitero el agradecimiento, porque por lo menos, mi hijo se lleva buenos recuerdos del final de primaria.

Nuevo curso escolar: la vuelta al cole

Ahora, en pocos días, empieza un nuevo curso escolar, lleno de retos y desafíos.

Espero y deseo que seáis capaces de impedir que el coronavirus os obligue a cambiar vuestra forma de actuar.

Me habéis devuelto la esperanza de que es posible un sistema para todos sin exclusiones, sin distinciones entre niños de una u otra categoría.

Seguiré exigiendo en redes sociales, en mi blog y allá donde vaya un sistema educativo público, de calidad y con recursos.

Porque si tenemos un sistema educativo público, al que puedan acceder todos los alumnos sin distinción.

Con recursos para dotar de apoyos y adaptaciones a todos el alumnado.

Y de calidad, con sistemas de mejora contínua, formación adecuada del profesorado y mecansimos de autorregulación interna, tendremos una EDUCACIÓN INCLUSIVA.

Mucha fuerza a todos en esta vuelta al cole que se presenta más llena de retos que nunca.

2 respuestas a «Carta abierta a la escuela (2)»

  1. Avatar de F e r m i n Romero de Torres

    Me gusta mucho tu carta, Silvia. Sobre todo me encantan los párrafos «Una madre más … «, «Lenguaje inclusivo» y «La despedida … «.
    👏👏👏
    Creo que aún puedes dar en persona tu agradecimiento a la tutora con esa cara tuya siempre tan limpia por cumplir con sus obligaciones respetando tus derechos. ¿ Te das cuenta cómo rascan esas palabras juntas ? ¿ Será por que no suele ocurrir ?

    Cumplir con las propias obligaciones respetando los derechos de los demás.

    1. Avatar de lactandoendiverso

      Pues antes de que me planteara ir o no ir a la escuela, me llamó la directora para darme las gracias porque la carta les supuso una inyección de energía. Estuvimos hablando un buen rato, recordando los ratitos con el peque en el cole y nos despedimps con un hasta pronto. Y toda la razón, la valía de esta carta es que, por desgracia, no suele ocurrir con la frecuencia que debería el encontrar una escuela tan respetuosa. Pero, por otro lado, significa que se puede. 💪

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